Me gustaría empezar este artículo con dos definiciones sobre el Agente Comercial, la primera de ella de la Real Academia Española de la Lengua y ésta lo define como: “Persona que profesionalmente gestiona por cuenta ajena, mediante comisión, operaciones de venta u otras transacciones”.
Otra definición es la que hace la propia organización colegial: “Es un profesional que se encarga de manera permanente de promover, negociar o concretar las operaciones mercantiles en nombre y por cuenta de una o varias empresas, mediante una retribución y en una zona determinada
En su actividad, un Agente Comercial puede obligar a la empresa en cuyo nombre actúa. En este caso, no será el Agente Comercial quien responda del buen fin de las operaciones, sino que será la propia empresa la obligada a responder. En ningún caso el agente adquiere la propiedad de la mercancía. De hacerlo, se convertiría en cliente o en último caso en distribuidor del producto de la empresa principal.”
Estas definiciones sobre la profesión nos remontan en la historia, en los orígenes del comercio como foco importantísimo de la civilización y del progreso y en la que de forma tan considerable han contribuido las personas que comerciaban productos, utensilios y enseres; y que sin lugar a dudas podemos considerarlos como los pioneros de esta dignísima profesión. Haremos un rápido recorrido por la historia:
Estos orígenes se remontan con el descubrimiento de la agricultura, una primera fase de subsistencia necesaria para el consumo personal o familiar y que a medidas que se incorporaban nuevos desarrollos y técnicas de cultivos con la entrada de la fuerza animal o diferentes herramientas facilitando la labor de cultivo, se obtenían mayores cosechas abriendo así la posibilidad del nacimiento del comercio al existir un mayor excedente alimentario.
El comercio propició un paulatino cambio en las sociedades. Ahora la riqueza podía almacenarse e intercambiarse, aparecen las primeras sociedades de capital como las conocemos hoy en día.
En la antigüedad la manera de comerciar era el trueque, esto es, el intercambio de mercancías por otras de igual o distinto valor, pero tenía un inconveniente ya que ambas partes interesadas en la transacción comercial, tenían que coincidir en la necesidad de ambos productos sometidos al trueque.
Para solucionar este problema surgieron una serie de intermediarios que almacenaban las mercancías involucradas en las transacciones comerciales. Estos intermediarios a menudo añadían un riesgo demasiado elevado en estas transacciones, y por ello este tipo de comercio fue dejado al margen cuando apareció la moneda.
Un gran avance en la economía supuso el uso del dinero en las transacciones comerciales. Ahora ya no hacía falta que las partes implicadas en la transacción necesitaran las mercancías de la parte opuesta.